miércoles, 25 de marzo de 2015

Los asesores de Susana Díaz han leído a Laclau



El triunfo de Susana Díaz dejó una sensación de estupefacción y amargura entre las diversas gentes que aspiran a algo mejor de lo que tenemos. A partir de ahí, llantos, insultos y tirones de pelo. «Da igual lo que hagan» o «nos merecemos lo que tenemos». Algunos incluso hablan de masoquismo. Lo cierto es que razones para lamentarse no faltan: la región con más paro de Europa vuelve a votar a los responsables políticos de los ERE’s y, concretamente, a la elegida por el dedo del último presidente de Andalucía, hoy imputado junto a su predecesor. Estas reacciones son humanamente comprensibles pero no sirven para entender lo sucedido.

Me tragué la campaña entera. Destaco un momento, probablemente el momento clave, en el que me indigné más que nunca por dos razones: por la falta de educación y honestidad de Susana Díaz y porque dio donde duele. Me refiero al segundo debate entre Antonio Maíllo, Susana Díaz y Juanma Moreno, televisado por TVE. De manera objetiva (aunque objetivos son los objetos) Antonio Maíllo ganó los dos debates, pues fue el único que aportó alternativas, hizo un análisis riguroso y además puso encima de la mesa una propuesta estratégica a medio y largo plazo para Andalucía. Programa y proyecto: Política con mayúscula. Por otra parte, había un pique dialéctico bipartidista entre Juanma y Susana, marcado por las interrupciones de ésta. Llegado el momento Maíllo, indignado, dio con el quid de la cuestión dirigiéndose a Susana: «Andalucía no es usted».

Y es que la estrategia de campaña de Susana ha sido una brillante estrategia populista. De la estrategia populista, independientemente de quien la ejecute, destaco cuatro aspectos que han sido desarrollados con éxito por el PSOE de Andalucía:

1. Liderazgo fuerte. Las sociedades posmodernas no necesitan dirigentes sino líderes. Y una de las cualidades más importantes de éstos es la fortaleza: algo que demostró Susana desde la ruptura del Gobierno andaluz hasta las interrupciones a Juanma Moreno en los debates, pasando por la apuesta absoluta de hacer de su propia persona el eje central de la campaña. Pero no bastaba con esto: un liderazgo es realmente fuerte cuando se funde en simbiosis con el Pueblo. El líder no se representa a sí mismo, ni siquiera al partido, sino al Pueblo en su conjunto. Él es el Pueblo y quien se meta con él se está metiendo con el Pueblo. Si esta asociación no chirría demasiado podemos hablar de un liderazgo hegemónico. Un apunte: todos sabemos que la sociedad está dividida en clases sociales con intereses antagónicos. ¿Qué significa que una clase es hegemónica (y tiene el consentimiento de una parte importante de las otras)? Que es capaz de presentar sus intereses particulares de clase como los intereses generales de todos. Rajoy nunca habla en nombre de la derecha, ni del PP, ni de la minoría privilegiada para la que gobierna: habla en nombre de España. Susana consiguió imponer todos sus relatos: el de la ruptura por inestabilidad, el de que hay dos caminos diferentes y el de Andalucía soy yo.

2. Nacionalismo. Toda estrategia populista se basa en la defensa de “los nuestros” frente al ataque de “los otros”. El antagonismo político tiene su origen en Carl Schmitt y en resumen podríamos definirlo como la creación de un escenario dividido en amigo-enemigo. Andalucía es una tierra especial, atravesada por un andalucismo importante frente al histórico centralismo español. Esto Susana lo aprovechó con éxito: huyó de los típicos fondos rojos del PSOE y los sustituyó por los colores verde y blanco. En cada fondo, en cada lema, en cada discurso una palabra era repetida hasta la sociedad: Andalucía. “No somos el PSOE, no somos la izquierda: somos Andalucía”. El colofón: los sobres del mailing que incluían los votos estaban pintados con la bandera andaluza. ¿Cuál ha sido y sigue siendo el principal problema del PP y de la derecha en general en Andalucía? Que el andalucismo es hegemónicamente de izquierdas porque la Autonomía la trajo ésta y el PP no tiene proyecto de Andalucía (Alianza Popular pidió la abstención el 28-F de 1980, por cierto). A la izquierda transformadora a nivel estatal le pasa precisamente lo contrario: el españolismo es hegemónicamente de derechas y no tiene proyecto de España.

3. Enemigo externo. Creo sinceramente que Juanma Moreno no ha hecho una mala campaña, aunque no pudo quitarse la imagen de representante de los señoricos y tampoco supo marcar el terreno donde disputar la partida. La iniciativa la llevó en todo momento Susana, llevando el debate a Madrid y señalando al Gobierno central como el origen de todos los males de Andalucía. Estamos hablando del Gobierno más impopular de la historia del que también destaca, y esto es cierto, una actitud casi morbosa contra Andalucía. Es una relación que retroalimenta a ambas partes, que salen beneficiadas del toma y daca: solo hay una persona capaz de plantar batalla al populismo de Susana Díaz: Esperanza Aguirre, que utiliza sus mismas armas. Así, Susana situó el enemigo de Andalucía en Madrid y se parapetó en una defensa “nacionalista” de su tierra: Madrid quiere masacrar a Andalucía y los contrincantes políticos que se meten con Susana Díaz se están metiendo con Andalucía. Una visión insultantemente paternalista pero efectista: en política, cuanto más simple, mejor.

4. Emocionalidad. Desde nuestro marco entendemos que la política es programa y proyecto. Desde un análisis estrictamente racional nuestro programa es el mejor, no porque lo digamos nosotros sino porque objetivamente va encaminado a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la gente. Y aun así vemos cómo la mayoría de esa gente vuelve a votar a quien le roba, le engaña o le recorta. Para bien o para mal la política es algo eminentemente irracional y emocional: no gana quien tiene mejores argumentos sino quien genera las emociones adecuadas en los momentos adecuados. También en política, la razón es esclava de la emoción, y no al revés. Susana tiró constantemente de storytelling y de un discurso emocional al que las propuestas, el programa o un análisis riguroso no solo no le hacía falta, sino que le estorbaba. Aunque bajo mi punto de vista ha sido algo chapucera, ha cumplido los requisitos imprescindibles de la comunicación de hoy en día: simplificar, repetir, reenmarcar y traducir en emociones. Si a esto le añades el control absoluto de los medios de comunicación, poco tienen que hacer tus propuestas programáticas elaboradas colectivamente. Triste pero cierto.

También hay otros factores importantes a tener en cuenta para entender los resultados de las elecciones. Un grado de concienciación importante de los andaluces pero a la vez de resistencia a cualquier cambio, las redes clientelares principalmente en la Andalucía rural (que es mayoría) y una exitosa campaña mediática-electoral de año y medio, son otros factores a tener en cuenta. Así como la debilidad organizativa de Podemos o la pérdida de credibilidad de IU tras el cogobierno.

En cualquier caso, la arriesgada Operación Susana ha sido un éxito. Quien lleva la iniciativa tiene todas las de ganar: el arte de la guerra dice que si tienes que batallar tienes que hacerlo en el terreno en el que te sea más favorable. Andalucía era el terreno más propicio para el PSOE y, no lo olvidemos, para el bipartidismo. Una derrota de IU y un frenazo de Podemos sería suficiente para que el régimen culminara el proceso de “revolución pasiva” que inició hace tiempo: cambiar todo para que nada cambie. Un lavado de caras, e incluso de partidos si es necesario, que regeneren el sistema y lo dejen como nuevo: que haya cambios en la superestructura política pero la infraestructura económica siga intacta. Por el momento van ganando y el “cambiazo” está más cerca que el “cambio”.

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